lunes, 9 de septiembre de 2013

Trío


 
 
No daba un duro por esa noche, aun hoy no sé cómo me dejé convencer por Ricardo para salir a tomar algo. Hacía años que no hacía lo que acababa de hacer, en pijama, con el culo bien aparcado en batería en mi sofá, un vaso de horchata fresca en la mesa, el portátil conectado a mi tele de 42 pulgadas, todas ellas puestas en fila una detrás de otra, y el último capítulo de Breaking Bad descargado, la noche prometía.

Pero no. tuvo que sonar el puto móvil y tuve que cogerlo como el anormal que soy a veces. De hecho me sobresaltó por un segundo escuchar ese sonido extraño que mi cerebro no catalogaba, no es el típico pirupi del whatssapp, que cojones es esto? Micronésimas después el chino pequeñito que tengo metido en la cabeza y que me escribe los diálogos se acordó… calla que el Smartphone también sirve para llamar!!! De nuevo en la tierra, cometí el error de contestar la llamada.

Era Ricardo, que definitivamente y después de meses de broncas insoportables lo había dejado con la pareja y estaba en momento chof. Que necesitaba alguien con quien salir a echar una birra. Todo esto con la voz quebrada y temblorosa. La verdad es que me apetecía tanto ir a que un hombre adulto con la huevada ya negra me llenase el hombro de mocos como le puede apetecer a uno pillarse un huevo con la puerta del microondas, pero después de varios “va venga tío una birra y ya, que no estoy bien” sucumbí, metí de mala gana la 1º, y desaparqué mi culo del sofá con movimientos torpes y lentos dignos de un novato con el carnet de andar recién sacado. Walter White tendría que esperar. Puto Ricardo.

Me vestí con cualquier cosa, ni siquiera me esmeré en ponerme mono y sacarle partido a este culo prieto que dios me ha dao como hago los sábados que el martillo de Thor me pide marcha. A tomar por culo. Camiseta del Super Mario roñosa y tejanos feos de ir a currar, y a cascarla. Me metí el vaso de horchata entre pecho y espalda de un trago, como solo los hombres de verdad saben hacerlo, y salí por la puerta de mala ostia y con el bigote blanco.

En el Dejavú en 10 min., rezaba el whatssapp del muy patán. Cuando llegué a la puerta de ese antrazo de libro y vi a una cosa amorfa enrroscada en la mesa de la esquina con forma de Ricardo me obligué a recordar que eso era mi amigo y que estaba jodido. Aun recordaba cómo se portó él cuando me enteré de que Mauricio Colmenero, el de Aida, era gay y fui yo el que estuve jodido durante semanas, él estuvo a mi lado todo el tiempo y me apoyó hasta el final. Pues esto era lo mismo, ahora me tocaba a mí estar ahí para él.

El sitio daba puto asco lo mirases por donde lo mirases. Aun con cerveza en mano y alentando a mi amigo con frases estereotipadas del estilo, “no te merecía”, “hay miles de peces en el mar”, “los negros huelen fuerte”, no podía dejar de mirar el local y pensar, porqué cojones nos empeñamos en venir a este sitio donde las cucarachas vomitarían nada más entrar por la puerta? Hacía ya un año y aun no habían quitado la mancha de sangre del suelo de cuando entró aquel borracho y empezó a gritar a todo el mundo que él era tan duro que se podía cortar los cojones y la chorra sin que le pasase nada. Pasarle aquel cuchillo oxidado y empezar a gritar cococo! no estuvo bien, pero las risas que nos echamos no nos las quita nadie, eso es así. El premio Darwin fue bien merecido, sin duda.

A todo esto recuerdo estar dándole palmaditas en la espalda a Ricardo en modo automático, como cuando le das cuerda al juguetito este de la abuela que va en andador y haces competición en el pasillo contra el hámster en la bola trasparente, cuando de repente entró por la puerta de ese estercolero una chica de las que si fueses doctor, te comerías el estetoscopio sin sal para tener que auscultarla con las orejas. Para ser claros, si dios nos dio dos manos porque las mujeres tienen dos tetas, digamos que en ese momento entendí que dios nos hizo a todos con las manos pequeñas.

La chica se sentó en la barra y mientras se pedía una cerveza se giro un segundo para escanear el sitio, no sin antes esgrimir una cara de asco importante al notar los extraños efluvios de carácter probablemente humanos en sus dedos, retirando de inmediato la mano de la barra. En ese giro su radar me pilló haciéndole un levantamiento topográfico a su busto con mis laser ocular cual cíclope de X-Men. Para mi sorpresa en esa cazada su cara cambio el gesto de asco hacia algo que mi chino advirtió como una sonrisa. He hecho reír a una chica sin necesidad de bajarme los pantalones, vamos progresando, pensé para mis adentros. Tras varias miraditas furtivas más a nuestra mesa al final la chica desestacionó su tremendo cuerpazo embutido en ese vestidito rojo, como la sangre que estaba a punto de salir de mi nariz cual Follet Tortuga, y se acercó a la nuestra.

Ricardo que hasta el momento había estado restregándose en su propia mierda como un gorrino en un charco, se percató de la presencia de un cuerpo extraño en su zona de confort. Rápidamente se secó las lágrimas y los mocos con la manga de la forma más sexy que se recuerda en toda ciegovilla y se incorporó como una persona para recibir a nuestra (auto)invitada. La chica fue directa, clara y concisa. Nos dijo que nos había visto desde la barra, que no solía hacer esto pero que le habíamos parecido muy monos, y que sin más rodeos unas amigas suyas le habían dejado tirada y buscaba algo de sexo sin compromiso, de nuevo recalcó que no pensásemos mal, que este no era su estilo pero… que si nos apetecía, estaba dispuesta a hacer un trío con los dos esa noche. Todo esto con un movimiento de labios carnosos que me hipnotizaron de tal manera que en ese momento me hubiese podido comer una cebolla cruda si me lo hubiese pedido. Por último dijo que nos lo pensásemos y que nos esperaba en la barra acabándose la cerveza.

El grito de Munch debía parecer un tipo serio comparado con mi cara en ese momento. Me giré con nerviosismo a Ricardo y no hizo falta abrir la boca para que me leyese el pensamiento porque ya empezó a la defensiva. Que si él estaba jodido, que si no, que si no la conocíamos de nada, y mas bla bla blas que no escuché porque enseguida me empecé a poner negro. Le corte ipso facto, que se dejase de chorradas y memeces en escabeche, que él lo que necesitaba ahora era un buen polvo, y que qué mejor que si tenía que hacer un trío fuese con un buen amigo. Que a mí tampoco es que me hiciese especial gracia, pero que por él me sacrificaría (…). En ese momento Ricardo me miro con la confusión que solo tres cervezas, una ruptura fresca y una fresca que quiere que le rupturan, pueden dar.

Estas seguro? Me dijo. Que sí cojones! Además, que yo tampoco voy sobrado de mojo en este momento y tengo que volver a la rueda, así que menos hablar y mas joder. La cara de Ricardo cambió, esbozó una sonrisa y me dio un abrazo. Joder tío, eres un amigo, nunca me hubiese pensado esto de ti. Vale vale, lo que tú digas, pero coge tus cosas y vamos para allá a ver si se lo va a repensar.

En menos de lo que canta un gallo ya estábamos en el apartamento de Carmela. Mientras ella se acicalaba el ojal en el lavabo nosotros discutíamos en la habitación las normas del combate a tres bandas que ahí se iba a disputar. Parecíamos Chandler y Joey en aquel capitulo de Friends donde también se tenían que ver las caras en un cuadrilátero de tres puntas con una señorita. Por unos instantes la idea de mantener la luz encendida ganaba terreno, por aquello de no tocar lo que no debiésemos, pero al final una imagen mental de los ojos en blanco de Ricardo como un chiguagua que le da al cojín vino a mi mente y zanjamos el tema. Luz apagada y no se hable más. Por último, con la delantera de Carmela en mente y con la lengua babeando al acercarse la hora del pezón de las tres como el perro de Pavlov, decidí planificar el partido con una defensa en zona, así que repartí el cuerpo de Carmela como si del carnicero de Arcansas se tratase. Tu Ricardo dedícate al culo y a mi déjame el resto, te parece? Si si, por mi estupendo.

Se le veía un brillo en los ojos que hacía tiempo que no tenía. Había hecho bien en convencerle. De hecho justo al entrar Carmela en la habitación, Ricardo se me acercó y me dijo, “… pero estas seguro? tengo que confesar que hace tiempo que tenía ganas de hacer esto…”. Si si claro, lo que tu digas…buf, no me extrañaba que tuviese ganas de hacer esto, ver a Carmela en lencería era un espectáculo de la naturaleza solo comparable a la aurora boreal, o ver la calle Genova 13 consumiéndose en llamas, belleza en estado puro.

Carmela avanzó hacia la cama XXL King Size que gobernaba la habitación, puso música en su ipod conectado a sus altavoces inalámbricos vía dienteazul, y apagó la luz con unas palmadas, cosa que yo solo había visto hacer en mis sueños más húmedos, y cuando digo húmedos quiero decir guarros que te cagas, por si alguien no lo había pillado. La tía vino directa hacia mí, tapándome la boca con su lengua, y agarrándome todo el musculo de mear con las manos como si no hubiese mañana. Yo me dejé hacer, todo a tientas, intentando discernir cuales de sus aulliditos serian míos y cuáles de Ricardo, que estaría haciendo ese malandrín en la retaguardia?

La cosa se puso bien y Carmela debía tener sed porqué empezó a bajar a beber al pilón. En esa posición y con Carmela trabajándome el bajo vientre me supo mal el pacto entre caballeros de las luces apagadas, un buen high five en esa situación es algo que une para siempre con un colega. Eso está claro.

Por el tercer cielo y subiendo estaba yo cuando Ricardo “entró” en acción sin piedad ni misericordia. Atrincheró su guardia real en los aledaños del abismo de Helm, allá donde la oscuridad eterna se cierne, y arieteó sin piedad las huestes enemigas, con nocturnidad, premeditación, alevosía… y sin pizca de vaselina!!! Un grito retumbó por todas la paredes de la habitación. El contraataque pilló tan desprevenida a la pobre Carmela que casi le hace atragantarse con mi corcho tapándole toda la botella. Para más inri, el susto le provocó un acto reflejo apretando los dientes contra aquello que tenía en la boca como el soldado que muerde un palo cuando le amputan una pierna gangrenada sin anestesia.




 

 
Y esa fue la vez que me violaron analmente y casi me acaban castrando de por vida. Fue un grave error por mi parte olvidar que mi amigo Ricardo es gay. El grandísimo hijo de la gran puta.

 

 

Arctic Monkeys/ I wanna be yours



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