miércoles, 23 de marzo de 2016

Arabia, Sebastián y Barcelona


Arabia había llegado ayer a Barcelona, era su primera vez en la ciudad, una amiga del trabajo había estado el verano pasado con sus amigas por la despedida de soltera de una de ellas y al volver solo contaba maravillas. Tienes que ir! Te encantará, es super tú! Todo rebosa alegría, la arquitectura de la ciudad es una pasada, pasear por la playa es una gozada, y la gente es encantadora… y no hablemos de la noche, madre mía, no te la acabas! Entre tú y yo solo diré que el blanco del color del vestido de bodas de mi amiga no le hacía justicia al negro que se la zumbó en la esquina de aquel callejón de al lado de la discoteca… my Gosh pobre Lara no tocaba el suelo! Ajjaaj…

Desi y sus formas. Siempre tan sutil, siempre tan salida. Aun así las imágenes dibujadas por su amiga y su diadema de polla tintineante en la cabeza habían hecho mella en el cerebelo de Arabia cual Leonardo Dicaprio en Inception. Sol, playa, mojitos, paseos por las Ramblas, Gaudí, y oye que narices, eso de la noche tampoco sonaba mal, que ya hacía medio año que pilló al hijodeputa de Henrik con aquella tetona jugando al ratón y al gato en la cama y desde entonces había tenido demasiado los pies en el suelo y ya necesitaba que la hicieran volar un poco al estilo Lara. Decidido, se iba a regalar unos días para ella por obra y gracia de la paga extra de verano.

El vuelo había ido bien, o casi bien, aun no entendía porque le habían hecho pagar por su maleta al no coger en esa especie de jaula medidora y en cambio al niño gordo que no había dejado de patearle desde el asiento de detrás lo habían dejado subir sin problemas. Que obliguen a la madre a meter al niño en la jaulita de marras a ver si coge el puto barrilete! En fin…

Una vez en Barcelona y previo donativo a un tal señor Taxista por la buena suma de 50 euros la carrera, Arabia se disponía a irse derecha a Passeig de Gracia para darse un paseo con el sol de cara tras sus Donna Karan compradas en Wallapop y empaparse de la poesía que destilaba la urbe. Sin prisas, un simple andar, ver y mostrarse, que la luz estroboscópica de la oficina ya le había mellado suficiente la cara por lo que iba de año.

El taxista la había dejado en el Airbnb que había reservado desde su fría Noruega natal. Cuando empezó a buscar vio unos áticos de lujo con piscinita y terraza que la enamoraron. No así el precio/día, que quería regalarse unos días para ella no extirparse el bazo por la boca. Empezó a filtrar un poco más y al final se quedó con un apartamento un tanto más pequeño pero muy cuco en el tal barrio de Poble Nou. Las fotos del balconcito con una mini-mesita y una caña al lado le dijeron ven, pero lo que le hizo dejarlo todo fue sin duda el castellano/catalán de Mario, el propietario, que se le colaba entre las frases en inglés que se intercambiaron para pactar la reserva. El cálido hablar Mediterráneo le encendía algo por dentro que le llamaba muchísimo, y todo eso por mail! Contaba las horas para entablar una bonita conversación con algún desconocido de piel morena en algún local de bohemios y artistas en la cálida noche Barcelonina…

Así pues, tras dejar la maleta en el apartamento y superar el disgusto de que fuese la abuelita desdentada de Mario a recibirla y darle las llaves y no el propio Mario en sí, se calzó sus shorts nivel pendoneo medio (no había que gastar todas las balas aun), aquella blusa blanca DIY de usar y tirar que tardó un mes en llegar desde la China Imperial en algún contenedor lleno de esclavos vía AliExpress, y el Galaxy Edge 7 para retener para sí las imágenes de su merecido descanso dominical en el recuerdo… y colgarlas en pictumblerstagram, claro. De hecho en un momento en el que el lado derecho de su cerebro se fue a mear el izquierdo activo de soslayo la aplicación que su amiga Desi le insistió que se bajase y ella obviamente negó con rotundidad con un airado… aiixxx pero que dices!... Tinder on… que no es que fuese a usarla, pero oye… mal tampoco podía hacer…

Salió del apartamento y se fue derecha al metro hacía Passeig de Gracia. Había leído que ahí se encontraban la Casa Batllo y la Pedrera, obligación para cualquier amante de la arquitectura como ella, y que un poco más abajo en la Apple Store habían unos tal Swaggers con peinado a lo yunque que eran curiosos de ver, palabra de Vice. Como se solía repetir, la belleza se esconde tras las cosas más ínfimas de la vida. Doble check pues!

Tras pagar 2,15 euros por un billete sencillo y prometerse a ella misma dejar de una vez por todas la cara de pichona palurda en casa y comprarse una T-10 para el siguiente viaje se subió al vagón en dirección al centro. Allí se apoyó en uno de los reposa nalgas de los laterales de las puertas y empezó a ojear en su smartphone la guía para selfies ideales de Kim Kardashian: paso 1 megamelones; paso 2 megapicados; paso 3 morderte los carrillos hasta hacer agujero; paso 4 cogerte las tetas con la mano de no hacer selfies con pose de: “… pero que miráis cerdos que me estaba duchando!”; paso 5 subirlo a la red social del momento con mas millones de edoniseguidores con acné y poligochonis de mercadillo… y buala, el selfie perfecto!... dios que bajo ha caído la turba… pensaba Arabia mientras guardaba el link en favoritos.

En uno de los instantes que levantó la vista del monsterculo de la Kardashian Arabia vio enfrente suyo como un chico con un cuaderno y un lápiz de carboncillo estaba enfrascado en lo que parecía un boceto de algo que dibujaba con mucho esmero, cuando por un instante y sin que el chico se diese cuenta le pilló levantando la vista del cuaderno unos segundos para mirarla y acto seguido se volvió a volcar en su libreta lanzando trazos suaves pero seguros en su dibujo. Le estaba dibujando a ella!!! 

Los primeros segundos no supo cómo reaccionar. El chico era guapo, no vamos a negarlo. Reunía todo lo que a Arabia atraía de un hombre, alto, media melenita semirizada recogida con un pañuelo hacia atrás, mandíbula lo suficientemente cuadrada como para distinguirlo de un afeminado pero no tanto como para partir melones, manos grandes pero cuidadas, y todo ello envuelto en un aire cumbia sin llegar a pies negros y sazonado con fogonazos de rico mundo interior léase sensibilidad artística de cualquier índole o carácter. Y un paquete nada desdeñable. En cuestión de segundos el primer impulso de gañan de ir a pegar a lo desconocido se disipó y la coraza de fiordo glaciar noruego de Arabia se fundió. 

Agazapada tras sus gafas de sol, Arabia se perdía en sus ensoñaciones al ver a Sebástian… ya le había puesto nombre… al ver a Sebástian dibujarla con esa pasión latina. Seguro que había aprendido a dibujar en uno de sus muchos viajes por Sudamérica, conociendo almas y atesorando muescas en su palo de la vida, llenando el petate de corazones vividos y otros quebrados a su paso, pero ninguno indiferente. Seguro que en sus trayectos había retratado sujetos indómitos con su plumilla, infantes que habían vivido más que muchos viejos, abuelas con la cara de dos vidas, y mujeres, muchas mujeres, unas bellas y otras no tanto, pero todas con una historia que sus ojos no podían ocultar, maltratos, vicios, pecados, sueños… todos plasmados por la ágiles manos de aquel poeta urbano.

Arabia comprobaba a cada parada disimulando con su Smartphone que seguía siendo la musa de Sebastián, el cual cada vez se veía más entregado a su retrato, cosa que le elevaba el ánimo a niveles que le sacaban los colores. Él seguía repasándola con rápidos vistazos entrelazados con nuevos trazos en su lienzo, su mirada era entre tímida y juguetona. Ella agasajada, echó un vistazo rápido a su alrededor y comprobó que no era la única chica del vagón, ni de lejos, lo que le subió el ego aún más si cabe. No es que las demás chicas fuesen diosas de Nácar Dorado pero tampoco te las encontrarías en una web de contactos rusa estiradas al lado de un siluro. Y de entre todas, ella había sido la que había suscitado la chispa del artista, la que le había encendido ese algo ígneo y misterioso que yace tras la creación desde el silencio de la nada, y que solo una mujer podía despertar en los adentros de un hombre. Entre todas solo ella había sido digna de la muerte de su lápiz para el nacimiento de aquel retrato que él atesoraría con cariño, testimonio de que ella existió, la bella chica anónima del metro.

Cuando Arabia volvió de su nube comprobó cómo estaba a tan solo dos paradas de su destino, y al volver a chequear tras la salvaguarda de sus cristales ahumados a su Steve McCurry particular comprobó con un breve paro-pulsar como Sebastián había guardado sus útiles y se acercaba hacia ella con el dibujo en una mano y el paso firme. El corazón de Arabia se detuvo en el tiempo. Alargando su robusto brazo el chico le puso el papel doblado en sus dedos entreabiertos mientras le dijo con mirada tímida… esto es para ti. 

Cuando Arabia volvió del leve roce de sus dedos con los de Sebastián en los que se había quedado a vivir fue demasiado tarde. Sus pupilas focalizaron lo que era la silueta de la espalda de Sebastián alejándose en el andén entre el gentío a través de la ventana. Ni el estridente pitido de puertas abiertas le había conseguido bajar de su nube número 9 para reparar en que estaba en una estación y él se bajaba en ella. Tonta Arabia tonta! Se repetía para sí. Ni un triste hola ni un triste adiós. Quizás era mejor así, si no hablas no la cagas, pensó para sus adentros queriéndose consolar en vano. En esas que notó como algo hacía ademan de caérsele de las manos, cuando agacho la cabeza y vio que era el retrato de Sebastián lo apretó tan fuerte que casi lo arruga. Su primera reacción fue la de ir a ver lo que contenía en seguida, pero algo la frenó. Algo dentro de sí le tecleo en el twitter de su cerebro que esperase, que el momento era demasiado dulce como para estropearlo de una forma tan cruda en medio de toda esa gente de paso. Así que se guardó el papel en el bolso y decidió regalarse ese instante para más tarde, como se merecía.

Pasó la tarde con la sonrisa en la boca como una niña pequeña. Admiró edificios curviformes y teenagers dominados por la tontería tal como ponía en su hoja de ruta, pero todo eso no le apartó el pensamiento del encontronazo con Sebastián en el metro. Aun así Barcelona le fue entrando por los poros y el calorcito le fue sedando la piel, era el día 1 y las mini vacaciones ya le estaban sentando más que bien. Llegó hasta la playa donde se estuvo un buen rato sentada observando unos skaters practicar en un half mientras escuchaba con los cascos conectados al Smartphone el último disco de The Last Shadow Puppets que se acaba de bajar en 320 kbps por Piratebay. El cada vez más crooner Alex Turner siempre sabía susurrarle lo que necesitaba oir, como lo dejaste ir Alexa, oh itgirl entre itgirls!

Al caer la tarde Arabia dejó al azar dirigir sus pasos por las calles del centro y se topó de frente con un bonito local apodado “Menage A Trois”, con unas cuantas mesitas en la calle en un repecho entre callejones que desembocaban a una plaza interior. Las mesitas estaban aderezadas con unos manteles bastante decorosos y una vela dama y señora del castillo. Justo en una esquina de todo el cuadro quedaba una mesita redonda libre y un asiento metálico que llevaba su nombre. No había que buscar más. Se sentó, echó un vistazo alrededor y viendo que la gente estaba picoteando de tapas hizo lo propio y pidió dos platitos de la carta y una Heineken de botella. El camarero no estaba nada mal, quizás después flirtease un poco con él con la excusa de no saber por dónde salir esa noche. Pero antes tenía una cita con Sebastián a la que no pensaba faltar. El pedido llegó, Arabia le dio un sorbo a la cerveza dejando posar levemente la gota helada de la misma en su labio inferior y sacó el papel de su bolso.

Antes de abrirlo retomó el hilo de pensamientos que había tenido en ese vagón del metro mientras el misterioso joven de ojos vivos la retrataba. Se preguntó cuántas veces habría hecho lo mismo, a cuantas chicas. No, no muchas, Sebastián no era así, el solo capturaba los fugaces momentos de belleza despojada de atavíos que muy raramente se le presentaban delante. La curiosidad empezaba a pesarle, habría sabido capturar la historia detrás de sus ojos? De sus manos? De su pose? De sus labios? Y si era así… cual era esa historia? Tenía curiosidad por ver lo que esas manos curtidas en tantos viajes habían creado, lo que esos ojos ajenos habían visto al posar su mirada en ella. En lo más profundo de su ser algo le decía que daba igual, era el mayor piropo que nadie le había hecho hasta el momento y hubiese lo que hubiese en ese papel seguro que la había calado tal como era…

Al abrir el papel lentamente y ver su contenido Arabia casi se atraganta escupiendo el trago de cerveza como si fuese un aspersor… PERO QUE COJO… !!! 

Todo el bar se giró.


En el papel se le podía ver a ella desnuda en una cama con un par de tetas enormes estilo Hentai duro siendo penetrada por dos maromos en sus dos agujeros de la pasión mientras un tercero aderezaba la imagen llenándole la boca de carne magra y cogiéndole la cabeza con una mano mientras el líquido simiente del hombre encontraba su única vía de escape por las fosas nasales de la chica. Todo con muchísimo detalle, venas latientes y sudor que hasta se podía oler cinco manzanas a lo lejos.







(…) 







Pobre Arabia, nunca debió olvidar aquello que le dijo su profesor de gimnasia una vez en tercero de primaria... Ningún hombre es de fiar, Arabia, NINGUNO!... ahora ven aquí y tócame…

De repente el bueno de Henrik no parecía tan malo…










Nota del autor:… si este post te ha ofendido… Bien! No he perdido el toque! 


Besitos sabor Piruleta.






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