viernes, 2 de septiembre de 2016

Billie y Otto


Con el pasar de los años había llegado un punto en que ya ni pensaba en ello. Simplemente era así. Todos esos años intentando averiguar por qué, no le habían dado más que quebraderos de cabeza. Él era diferente, punto. La madre de Billie nunca llegó a entender muy bien cuando su hijo pequeño le empezó a hacer todas aquellas preguntas que no cesaron con el tiempo… 

- Mama, cuando soñamos somos otra persona?
- … otra persona, que quieres decir cariño?
- … si, que si cuando soñamos podemos convertirnos en otra persona… y tener su vida…
- … ammm, pues supongo que sí… los sueños sueños son Billie, no le des muchas vueltas…

A través de los años, las respuestas que fue encontrándose por el camino fueron más o menos igual de vagas. Cosa que nunca satisfizo las dudas del pobre Billie. Sabía que algo no iba bien dentro suyo, algo no funcionaba correctamente. Desde que podía recordar cada vez que llegaba la noche y Morfeo lo encontraba, Billie se despertaba en el mundo onírico para tener lo que el común de los mortales conocía como sueños. Pero con el tiempo Billie se fue dando cuenta de que sus sueños no eran como los del resto, pues cada vez que se despertaba al otro lado ya no era él mismo, cuando se miraba en cualquier espejo era otro niño totalmente distinto. 

Al principio su pequeño cerebro no asimiló la peculiaridad de sus ensoñaciones, pero con el tiempo empezó a distinguir patrones que no encajaban en su pequeña autopista de sinapsis cerebral. Por lo que había ido aprendiendo en la escuela y en su pequeño entorno la gente solía soñar con sus amigos, su casa, su familia, su colegio… con cosas conocidas. Al parecer los sueños de la gente eran versiones alternativas de sus propias vidas. Eso no le pasaba a él. Cada noche se despertaba siendo otro niño, un niño que por lo que había ido aprendiendo noche tras noche respondía al nombre de Otto, viviendo en una casa que no era la suya, con unos padres que no reconocía y unos amigos que no había visto nunca. Cada noche estaba ahí, tenía el control sobre el sueño, pero no era su vida, sino la de Otto.

Echando la vista atrás Billie recuerda todos aquellos años iniciales de su pequeña “peculiaridad” con bastante desasosiego. No solo fueron años de lidiar con un mundo que ya es suficientemente abrumador para un niño pequeño como para que encima cada noche tuviese que enfrentarse a otro mundo que no era ni el suyo. Y eso sin sumarle la exclusión social asociada a la rumorología de pasillo por ser el rarito que iba al psicólogo del colegio diciendo soñar ser otra persona. Años duros.

Entre la pubertad y la universidad recuerda haber pasado un periodo de búsqueda muy intensa. ¿Por qué? Fue una de las palabras que más recuerda repetirse todos esos años. La fase de corroboración de la normalidad pasó hace bastante. No era normal, no lo era. Ya no quería que la gente le creyese, la experiencia le había enseñado que no servía de nada, y se lo había enseñado de la peor de las maneras, a base de ostias. Ahora solo quería saber por qué. Absorbió toda la información a la que sus manos pudieron llegar. A mediados de la carrera empezó a tener acceso a algo llamado internet en la sala de ordenadores lo que le amplió el radio de alcance al conocimiento en bastante más de lo que a veces pudo manejar. Aun así nunca encontró nada tangible a lo que sostenerse con suficiente entidad científica.

Con todo esto sus ansias de respuestas nunca eclipsaron la vida de un joven en apariencia “normal” y con sangre corriendo por las venas. Fueron años de crecimiento y aprendizaje, interior y exterior. Los años dorados, juventud, chicas, sexo y rock and roll. Fiestas y exámenes, control y descontrol, lo normal en alguien de su edad. Billie creció, y de igual forma lo hizo Otto. Cada noche el joven Billie veía en el espejo como Otto cambiaba con él. Obviamente con los años Billie fue conociendo el mundo de Otto, familiarizándose con él, sus padres, su casa, sus amigos. Nunca los había visto en el mundo real, pero cada noche estaban ahí para él, Joe, Kirk, Tommy… siempre ellos. Igual que las chicas, varias habían pasado por la vida de Otto, pero en los últimos años de universidad una de ellas eclipsó a las demás, Jéssica. Con los meses Billie entendió que Jess se había convertido en la novia oficial de Otto. Fue una época extraña, acostarse con chicas distintas las semanas de suerte durante el día y poder retozar con Jéssica por las noches sin remordimiento alguno. Extraña que no por ello menos divertida.

A finales de los 20 y comienzo de los 30 Billie ya había aprendido a convivir con su disfunción de una manera normal. Había incluso llegado a encontrar paz en ello. Encontraba escape a los sinsabores de una vida, en la otra. De día era Billie, el arquitecto soltero, y de noche era Otto, el dentista, ya casado y con una hija en camino. Realmente tampoco es que se pudiese decir que sus sueños fuesen más reales que los de los demás, seguía teniendo sueños en los que volaba, o se le caían los dientes, o se precipitaba por un acantilado y se despertaba de golpe. Eran sueños igual de inconexos que los de todo hijo de vecino, solo que no eran los suyos, eran los de otra persona. Nada más. Sí, Otto se estaba quedando calvo y le sobraban algunos quilos, pero al menos cuando el jefe de Billie le echaba bronca por no haber entregado el proyecto a tiempo podía acurrucarse por las noches en los brazos de Jéssica. Por primera vez en mucho tiempo todo estaba correcto en su vida. Hasta ayer.

Ayer tarde Billie había parado de camino del trabajo a casa en una gasolinera a repostar el depósito por miedo a quedarse tirado. No hubiese sido la primera vez, y no tenía la más mínima gana de tener que cargar con una garrafa de gasolina durante dos kilómetros hasta el coche como hacía unos meses. Una vez en la gasolinera antes de pagar estuvo hojeando las revistas al lado del stand de chucherías cuando la campanita de la puerta sonó. Al levantar la vista de la chica de la contraportada del As Billie palideció. Por la puerta de la tienda de la gasolinera acaba de entrar una chica embarazada de piel morena, pelo oscuro y pecho exuberante… ¡era Jéssica! Su mundo se vino abajo. El Up acaba de colapsar con el Down. ¡Era real! ¡Jéssica existía en el mundo real!

Durante los eones que tardó su cerebro en activar motores y por un instante, Jéssica se giró hacia Billie mirándolo directamente. En ese momento un defcon-2 se activó en la sala de mandos de la cabeza de Billie, que solo oía una alarma de submarino nuclear y luces rojas. Al romper con martillo el cristal y abrir el sobre con el protocolo de emergencia Billie pudo leer: “¡Disimula, haz como que no la conoces!”, pero cuando fue a acometer la orden se dio cuenta de que Jéssica ya había dejado de mirarle y estaba saliendo de la tienda. ¡Estúpido! ¡Ella a ti no te conoce, no sabe quién eres! Pensó al instante con la voz del Sargento Highway. Pagó entonces corriendo con un billete de 50 euros el depósito y salió por la puerta antes de perderla de vista.

- … su cambio señor!
- … quédeselo!

Casi se tropieza con la papelera de la puerta de la tienda al salir atropelladamente. Miró alrededor y pudo ver la cara de Jéssica por el espejo retrovisor de un Mazda verde oliva que ya se iba de la gasolinera. Recordaba ese coche, lo había visto en sus sueños. Deprisa y corriendo se subió a su Opel Corsa e instintivamente salió detrás de ella. No fue hasta el segundo semáforo que su neurona al mando le preguntó: ¿y ahora qué? Fue entonces cuando empezó a trazar líneas rectas en un plano con escuadra y cartabón. El plan era el siguiente, la seguiría hasta su domicilio, y si la línea temporal sucedía tal como empezaba a intuir ella le llevaría hasta la casa donde Billie se despertaba cada noche al empezar a soñar, la casa donde ella y Otto vivían. Si esto era así, si ella existía, si la casa coincidía con la de sus sueños, ¡eso solo podía significar que Otto también era real! Tenerlo delante sería lo más cerca que habría estado nunca de esclarecer el origen de su pequeña “anomalía”, lo más cerca que había estado nunca de saber por qué.

Su cadena de pensamientos no le despistó de seguir al Mazda verde con cautelosa distancia, giro a giro, hasta que quince minutos después el coche hizo un último viraje en una calle peatonal adoquinada sin salida y paró. Billie se apartó de la carretera a unos 50 m. de distancia y sus ojos pasaron de centrarse en la puerta del coche y en Jéssica saliendo no sin dificultad por la incipiente barriga a ampliar el angular de la escena y ver lo que no sabía si quería ver, la casa. Fuck. Era la misma casa. Era la misma casa, con la misma entrada de parterre que regaba esporádicamente él mismo con las manos de Otto algunas noches, y el mismo enanito de jardín horrible que le gustaba a ella al estilo Amélie. ¡Fuck, fuck fuck!

Se quedó petrificado. Era real, estaba pasando. Cada vez sus dos mundos estaban colapsando a mayor velocidad. Era demasiado para un solo día, sabía que tenía que cruzar el umbral de lo cómodo e ir a picar a esa puerta, pero necesitaba atesorar fuerzas para ello. Mañana sería otro día. Así, después de media hora de stalker tras el volante arrancó el coche y su fue para su casa. 

De camino los pensamientos le bullían en la cabeza. ¡Otto y él vivían a tan solo 45 min. de diferencia en coche! ¡Era de locos, todo este tiempo lo había tenido tan cerca! Billie no era estúpido, más de una vez había pensado en buscar la casa, pero nunca supo por dónde empezar. Sus sueños por muy poco normales que fuesen seguían siendo sueños, difuminados, difusos y abstractos como todos, sin ninguna referencia específica a calles o localizaciones. Además en sus sueños él no era consciente de la bipolaridad, él ERA Otto, en su casa, con su mujer, su familia, no había nada extraño, todo era correcto. Solo entendía el error al despertarse y constatar que nada de eso era real, que había vuelto a soñar como cada día la vida de otra persona. Hasta ahora.

Esa noche Billie se acostó sabiéndose en control, no sabía bien bien de qué, pero sabía que a partir de ahora algo iba a cambiar. Deep down algo siempre le había dicho que todo ese mundo era demasiado real, que no podía ser solo producto de su imaginación. Por dios pero si aún recordaba cuando su madre le pilló fumando en la habitación de su hermano y lo único que se le ocurrió decir es que un pájaro había entrado por la ventana con un cigarrillo encendido en las patas y lo había dejado caer justo en sus labios, que especie de imbécil sin inventiva diría algo así?

Imágenes de cigarrillos fumando cigarrillos más pequeños le llevaron de la mano hacia los mundos de Otto. Esa noche Otto se operó a sí mismo de apendicitis, ya que todos sus colegas del hospital estaban participando en la carrera de sacos del día de padres e hijos, dándose cuenta justo al coserse que se había dejado el nuevo reloj-podómetro que le había regalado Jess por su cumpleaños dentro, así que se tenía que volver a descoser, lo que le cabreaba mucho y le hacía ponerse una denuncia a sí mismo por negligencia. Menudas mierdas soñaba a veces, pensó Billie a la mañana siguiente.

Lo que nos lleva al día de hoy. Lo había estado pensando bien, iría a trabajar como cada día, y a la salida del curro se desviaría de la ruta habitual para ir a encontrarse con su destino. Haber ido antes hubiese sido una tontería, sabía que Otto también tenía un trabajo y no estaría en casa hasta la tarde. Así después de trabajar volvería a la casa hasta donde había seguido a Jéssica el día anterior, saludaría al gnomo horrible y picaría a la puerta. Booommm, face to face. Y allí ya que fuese lo que dios quisiera. Implosionaría el mundo, se le daría la vuelta al cuerpo quedándose con las tripas por fuera y la piel por dentro, se borraría poco a poco cual Marty McFly hasta no ser más que la nada más nadosa, o qué sabía él. Lo que fuese, ¡todo al rojo! ¡A la mierda! Billie nunca fue Pablo Neruda en sus pensamientos.

Y así lo hizo, esta mañana fue a trabajar como cada día y una vez más gasto 8 horas de su tiempo en este mundo, pero esta vez sin el intercambio de esfuerzo por dinero que había firmado en su contrato, hoy no estaba para tonterías. Entró, esperó y salió. Y desde la salida hasta este mismo instante solo había podido pensar en la puerta que ahora mismo restaba delante suyo. Ni siquiera ese motorista cruzado y su dedo corazón al viento le habían apartado la mente de este rectángulo de madera bien pintado y barnizado, ¡que buen gusto tenía Otto a todo esto oye!

¡Madre mía, estaba ahí, lo iba a hacer! boooommm, face to face, todo o nada, la hora de la verdad, blablabla… pero para eso primero debía picar al timbre. El dedo tuvo que recibir hasta tres burofaxes desde las oficinas centrales del cerebro para decidirse a moverse hacia el botón, el último con amenazas graves de acabar en el agujero más oscuro si no lo hacía de una vez. 

RIIINNNNGGGGGG

Ojete abrazándose a sí mismo, convulsiones globales a nivel subatómico, espasmos estomacales haciendo la ola. Contrólate Billie, contrólate. Se abre la puerta.

- ¿Sí?

Es él. Es él. Es él, es él, es él. Es Otto. Es Otto joder, es él, soy yo, es él. El cerebro de Billie trabaja a mil por hora, intentando asimilar un plano de existencia en que ve la cara de Otto por primera vez desde fuera. Imágenes de realidad y sueños se mezclan, pasan como fotogramas gigantes a lado y lado de Billie cada vez más deprisa. Y de repente, click, el ruido cesa, todo se detiene. Ahora lo recuerda. No es la primera vez que ve esa cara desde fuera. Al menos no así. 

Eran niños, muuuy niños, cuando su madre le firmó aquella autorización del colegio para la excursión a aquellos nuevos platos de televisión que habían construido en la comarca. Iban a empezar a rodar un programa de variedades para niños en la estela del éxito de Xuxa en Telecinco y necesitaban público de la misma franja de edad para los rodajes. El director de la escuela pensó que sería una buena actividad extraescolar, y sobretodo barata, el programa ponía los autocares y encima le daban un bocadillo a cada niño, ¡que más podían pedir! Fueron colegios de toda la zona. 

Billie recuerda sentarse en aquellas gradas con los niños de su clase y ver cómo se van sucediendo los sketches, con los bailes de mujeres en bikini y piñas en la cabeza, con momentos de parón en que un tipo con gorra grita ¡corten!, con gincanas locas en piscinas de bolas y así durante toda la mañana. Recuerda la mezcla de diversión, y cansancio y no entender muy bien que es lo que está viendo. Pero sobretodo recuerda a aquel hombre. En un momento de la grabación alguien gritó: ¡Y ahora demos un fuerte aplauso al mago Magim! Entonces un tipo con capa y fajín de Drácula disfrazado con un turbante en la cabeza y un tercer ojo pintado en la frente apareció en el plató. Llevaba una perilla puntiaguda y muy negra, y ojos (los de verdad) con la raya pintada. Era perturbador y ridículo a partes iguales. 

Las imágenes le sobrevienen a Billie de manera cada vez más clara. 

El mago pidió dos voluntarios del público. Él no recordaba levantar la mano en ningún momento pero el profesor le cogió del brazo y le dijo que saliese, al parecer el productor había pactado de antemano con los directores de las escuelas Wenceslao Ibañez y Amador Pepitez que cada una aportaría un niño cobaya a la escena y a cambio se podrían llevar los bocadillos sobrantes para las cocinas de los colegios. Billie sin poder rechistar a la autoridad salió sin la más mínima gana de acercarse a Míster Cuatro Ojos, pero no tuvo otra opción. Recuerda llegar a la tarima y mirar a su compañero de paredón, el otro “voluntario”. Ahora lo ve claro. ¡Era Otto! Un niño de la escuela Amador Pepitez, a 45 minutos de su casa.

El hombre de turbante morado y semblante serio entonces los miró durante unos segundos sin decir ni mu, y volviéndose al público al fin dijo: 

- Chicos, sabéis lo que es la hipnosis?

Billie no había escuchado esa palabra nunca. Lo siguiente que recuerda es estar mirando fijamente un reloj de bolsillo moviéndose cual péndulo delante suyo. Las voces se distorsionan, todo se hace a negro y cae en una especie de habitación oscura sin paredes, anegada con 1 cm de agua bajo sus pies descalzos. No sabe dónde está pero no le gusta aquel lugar, hace frio y un sentimiento de soledad se le agarra al corazón, tiene miedo.

A partir de ahí solo recuerda oír un chiscado de dedos y despertarse en medio del plató, con una grada llena de niños riéndose exageradamente y una sensación de desorientación que lo desasosiega en demasía, quiere irse a su casa. Entonces gira la cara y ve a Otto con la misma mirada de terror que él, sus miradas se cruzan por un instante. Son los únicos que no se ríen de la sala. Ninguno de los dos sabe que ha pasado. El hombre del turbante los manda de vuelta a sus asientos. Después de eso solo recuerda volver en el autocar con la mirada perdida en la ventana escuchando como sus compañeros alrededor le explicaban que al dormirse el mago Magín les había ordenado ser una gallina. Los clo clo clo y las risas de los niños imitándolo moviendo los brazos en plan pollo en los asientos contiguos resonaban en su cabeza. 

Por último escuchó a los niños contarle como el último truco del mago fue intercambiarles la personalidad. A la orden de Magín Billie sería Otto y Otto sería Billie. Los compañeros le relataron entusiasmados como tras la palabra mágica “Espetec” empezó a preguntarles los nombres, compañeros de clase y escuela… ¡y cada uno había respuesto lo del otro! Incluso les hizo escribir su nombre en una pizarra, y oh sorpresa, de nuevo escribieron el del contrario. Pero eso no había sido lo mejor, si no que como les había hecho ver el mago a posteriori, Billie había escrito instintivamente Otto con la izquierda, cuando era… ¡diestro! Y Otto había escrito Billie con la derecha, ¡cuando era zurdo! Según palabras textuales de Jack, el chico regordete de Cuarto D… ¡había sido una pasada!

Billie no había apartado la mirada de la ventana del autocar en ningún momento mientras sus compañeros le explicaban vivamente lo que había pasado, solo podía pensar en las últimas palabras que oyó amortiguadas en la lejanía mientras estaba descalzo en aquella habitación oscura con la cabeza en las rodillas muerto de miedo. 

AHORA OS DESPERTAREIS Y TODO VOLVERÁ A SER COMO ANTES.

Pero no lo fue, nunca lo fue. Por algún motivo todo aquello había quedado enterrado en algún lugar de su subconsciente pero ahora Billie lo ve claro. Algo no fue bien aquel día, algo salió mal, algo de Otto se quedó en él, y algo de él se debió quedar en…

Otto sigue perplejo con la visión de Billie, poco a poco su cara se ha ido quebrando reflejando la batalla que se debe de estar fraguando en su interior, sus rodillas dan signos de no aguantar el peso de la imagen que tienen delante, hasta que por fin su cerebro reúne las palabras…

- …tu… TU… TUUU! ERES TUUUUU! ERES TUUU JODEEEERRR!!! EXISTES!!! NO ESTOY LOCO!!! JESS VEN AQUÍ CORRE, ES ÉL, ESTÁ AQUÍ… NO ESTOY LOCO!!! JAJAJA, CADA NOCHE… CADA NOCHE SUEÑO…
- …  lo sé Otto, lo sé.

Otto calla y se quedan mirándose mutuamente unos segundos, al fin Otto le tiende la mano para que pase y Billie entra dentro de casa. Seguramente tienen mucho de lo que hablar.








(…)







Pobres Billie y Otto, si tan solo alguien les hubiese avisado de no fiarse de hombres con los ojos pintados se hubiesen ahorrado tantas preguntas…






Belako/ Track Sei