Abandonó toda senda. Se fue ido
de la nada a la nada para no volver. No hubo señal en sus pasos que mostrase el
camino venidero por el que andar. Tiempo ha de sus últimos movimientos
plasmados en papel y arena. Y aun así, remanía asido a un último aliento que lo
ataba a la vida más allá de su otrora plasmanza a expuertas. Rumiando, masticando
sus quejumbrosos pensamientos, acumulando vilezas en la noche y recopilando
esbozos, neblinas de ideas desordenadas guardadas en polvorientos estantes
precedidos por etiquetas escritas en el lenguaje de los sueños.
Hilvanando historias de secano,
historias de parias y destierros, historias de perdidas y encontronazos,
historias por crecer, por tomar forma etérea, simples divagaciones en la cama de
cómo asir esas neblinas y darles forma corpórea, de cómo introducir la mano en
ese estanque de posibles ires y venires y atraerlos a este mundo otorgándoles un
nombre, un ente físico donde yacer por los restos, para bien o para mal. Presenciar
el alumbramiento de la palabra en toda su vileza, por muy conocedor del mal
endémico que ello conlleve. Definir es errar, pero hay que errar para avanzar.
Y con todo ello decidió resurgir
de su ermita, vislumbrar la luz del día y darle forma, guiar a los demás con
ella a través de los páramos de lo indómito y lo peligroso. Porque solo del
miedo se aprende y solo de su lucha se gana. Y resurgió con la fuerza de mil
mares, elevando sus aguas por encima de la cabeza de mil soles y con la fuerza
de mil corceles nacidos de la tierra. Y el poder de su pegada arrasó las
huestes del miedo e inspiró a los hijos de los hijos de sus hijos a creer. Sobre
todo en sí mismos. Generaciones enteras aun por venir beberán de sus aguas y
renegaran de su legado. Como solo un hijo podría hacer de su padre. Abriendo
camino nuevo a machetazos. Como solo se aprende. Errando.
David Bowie/ Life on Mars?
Me gustó.
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