sábado, 1 de diciembre de 2012

Ermitaño


 
Abandonó toda senda. Se fue ido de la nada a la nada para no volver. No hubo señal en sus pasos que mostrase el camino venidero por el que andar. Tiempo ha de sus últimos movimientos plasmados en papel y arena. Y aun así, remanía asido a un último aliento que lo ataba a la vida más allá de su otrora plasmanza a expuertas. Rumiando, masticando sus quejumbrosos pensamientos, acumulando vilezas en la noche y recopilando esbozos, neblinas de ideas desordenadas guardadas en polvorientos estantes precedidos por etiquetas escritas en el lenguaje de los sueños.

Hilvanando historias de secano, historias de parias y destierros, historias de perdidas y encontronazos, historias por crecer, por tomar forma etérea, simples divagaciones en la cama de cómo asir esas neblinas y darles forma corpórea, de cómo introducir la mano en ese estanque de posibles ires y venires y atraerlos a este mundo otorgándoles un nombre, un ente físico donde yacer por los restos, para bien o para mal. Presenciar el alumbramiento de la palabra en toda su vileza, por muy conocedor del mal endémico que ello conlleve. Definir es errar, pero hay que errar para avanzar.

Y con todo ello decidió resurgir de su ermita, vislumbrar la luz del día y darle forma, guiar a los demás con ella a través de los páramos de lo indómito y lo peligroso. Porque solo del miedo se aprende y solo de su lucha se gana. Y resurgió con la fuerza de mil mares, elevando sus aguas por encima de la cabeza de mil soles y con la fuerza de mil corceles nacidos de la tierra. Y el poder de su pegada arrasó las huestes del miedo e inspiró a los hijos de los hijos de sus hijos a creer. Sobre todo en sí mismos. Generaciones enteras aun por venir beberán de sus aguas y renegaran de su legado. Como solo un hijo podría hacer de su padre. Abriendo camino nuevo a machetazos. Como solo se aprende. Errando.

 



David Bowie/ Life on Mars?

 
 
 
 

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